domingo, 6 de abril de 2008

RV: [RIMA] ensojada

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nombre de claudia korol
Enviado el: jueves, 03 de abril de 2008 15:59
Para: Red Informativa de Mujeres de Argentina
Asunto: [RIMA] ensojada

Còmparto un comentario sobre estos temas de Maristella Svampa.

"Días extraños", M.Svampa

31/03/2008

(Puede encontrarse una versión más corta de este artículo en el diario
Crítica de la Argentina, 31/03/2007) Días extraños y no menos intensos nos
ha legado la última semana de marzo. Frente a la escalada del conflicto
entre el gobierno y el campo; frente a su desborde y su pasaje a otros
registros, no faltó sector, partido, organización social, intelectual,
trabajador o vecino que no haya alzado su voz, expresando su posición al
respecto. En sus ramificaciones inesperadas, el conflicto rompió
abruptamente con la apatía de una sociedad, que sólo cinco meses antes
votara en elecciones presidenciales, luego de la campaña política más
insípida de las últimas décadas. En sus ramificaciones inesperadas, el
conflicto fue sumando niveles y proyectando otros temas, que enrarecieron
peligrosamente el clima político de esos días. Entre tantas derivaciones, me
gustaría detenerme en tres temas: la lectura sobre los cacerolazos, la
reactivación de un esquema binario de la política, y la discusión acerca del
paradigma productivo.

Los cacerolazos

¿Cómo interpretar los cacerolazos realizados a partir del martes 26,
especialmente en la ciudad de Buenos Aires? Es innegable que los cacerolazos
tuvieron un carácter de clase, pero resultaría engañoso avalar la lectura
unidimensional que hizo el gobierno. Sin ir tan lejos, y aunque
hegemonizados por las clases medias urbanas, las cacerolas de diciembre del
2001 manifestaron el repudio de amplios sectores sociales a la política del
gobierno de entonces, y más precisamente, se constituyeron en una expresión
espontánea de repudio al discurso autoritario y autista del presidente De la
Rúa. Esas cacerolas de entonces, no hay que olvidarlo, estaban bastante
indeterminadas ideológicamente, por no decir cargadas de ambivalencia, y fue
solo después, con el surgimiento del movimiento asambleario, que tomaron una
dinámica política determinada. Pero, más allá de la indeterminación
ideológica, esas mismas cacerolas dejaron una marca orgullosa en la memoria
de muchos argentinos de clase media, sobre todo porteña. Esa marca, nos
guste o no, forma parte ya de la cultura de la protesta, y puede ser
reactivada ante determinados conflictos, independientemente de sus clivajes
ideológicos. La dirección que luego adopten dependerá de la dinámica
política que se instale entre los diversos actores en juego y el propio
gobierno.
Lo cierto es que el sobretono de la presidenta, exhibido el martes 26 de
marzo, despertó la indignación y la animosidad de muchos argentinos -que
probablemente no la votaron-, pero que decidieron salir a repudiar lisa y
llanamente su actitud, munidos menos de un discurso elaborado o de una
consigna definida, que de una sospecha, un malestar, una impugnación común
que nuevamente se expresó a través del ruido ensordecedor de las cacerolas,
cuando no del golpeteo furioso propio del ahorrista estafado. Así, sería
lamentable caer en la trampa de las interpretaciones lineales, afirmando que
los cacerolazos fueron el fruto de la conspiración de golpistas trasnochados
o la expresión sin más de la defensa del "campo". Había más, mucho más, en
esa suerte de magma ideológico que tantas veces atraviesa a nuestras
tumultuosas clases medias. El gobierno debería tomar nota de ello y sumarlo
al análisis del resultado de las últimas elecciones, ya que la fórmula del
oficialismo obtuvo baja votación en aquellos distritos donde los índices de
pobreza son menores. Esto es, un porcentaje no menor de las clases medias,
cuya volatilidad política suele ser mayor que la de otros sectores sociales,
y pese al actual auge del consumo, le habrían dado la espalda.
Por último, más allá de las "cadenas de mails" que llamaban a manifestarse
(cuya eficacia, presumo, habría que relativizar), una vez más la
espontaneidad estuvo del lado de la crítica, de la oposición, y en ningún
momento del lado del gobierno. Más aún, aquellos que consideran las
retenciones como una medida positiva (y sin duda lo es, por encima de su
carácter indiferenciado y no coparticipativo), no encontraron ni tuvieron el
espacio desde el cuál manifestar ese apoyo; a menos que uno decidiera
alinearse junto con las "masas encuadradas"
de los piqueteros K o las huestes de Moyano. Convengamos que el rechazo a
estas alternativas no tiene que ver strictu sensu con consideraciones de
tipo clasista, sino con la naturaleza misma del vínculo que estas
organizaciones mantienen con el gobierno: la dependencia, la subalternidad,
la instrumentalización.

El esquema binario

El segundo tema al cual quiero referirme es de naturaleza
histórico-política. En estos días asistimos a la súbita reactivación de un
esquema binario de hondas raíces históricas, una matriz dicotómica a partir
del cual se pretende obtener una mirada abarcadora y omnicomprensiva de la
política argentina. Así como el cacerolazo debe ser comprendido dentro de la
memoria corta, la matriz binaria debe entenderse en el marco de la memoria
larga de los argentinos:
Civilización o Barbarie, Pueblo versus Oligarquía, Peronismo o
Antiperonismo, no hay que olvidarlo, estuvieron en otros tiempos entre sus
consignas más ilustrativas.
Como nos lo recuerda la historia argentina, dicho esquema conduce a una
peligrosa reducción de la política, reactiva los prejuicios clasistas y
racistas más elementales, desplazando al conflicto en un registro que queda
fuera de toda disputa democrática. No lo ignoraba D´Elía cuando entró a la
Plaza de Mayo para expulsar a los caceroleros al grito de "patria sí,
colonia no" o cuando habló abiertamente del odio a la oligarquía y el
desprecio social de éstos hacia los "negritos". Tampoco lo desconocían las
señoras de Palermo o de Recoleta, cuando hacían sonar frenéticamente su
cacerola o los oyentes que llamaban a las radios para expresar un cúmulo de
invectivas clasistas y racistas contra el peronismo. Como dijo Ionesco,
acaricia un círculo y éste se hará vicioso. Algo de este círculo vicioso fue
lo que enrareció peligrosamente el clima político de estos días. Y como
nuestra historia, además de ser trágica es, en ese sentido, rica y colorida
en hipérboles y sobreconflictualizaciones, resulta fácil caer en la trampa
del círculo.
Digámoslo de modo más riguroso: la inserción de las oposiciones en una
matriz binaria tienden a absorber, monopolizar y distorsionar las figuras de
la división: así la polarización rápida desdibuja los matices, conspira
contra el llamado a la diversidad y todo parece reducirse a una colisión
entre dos bloques monolíticos. Aclaro que nadie sostiene que no haya
antagonismos irreconciliables, pero éstos están lejos de reflejarse en la
oposición "campo/gobierno" o de resumirse en la imagen de las dos
Argentinas. En realidad, no hay una ni dos, sino muchas Argentinas en
conflicto. Pero ante la polarización y puesta en escena de un esquema
binario, como el que sobrevoló estos últimos días, todo intento por
diversificar las opciones y complejizar los posicionamientos y antagonismos,
termina por caer en saco roto. Lo saben en carne propia aquellas izquierdas
que acudieron a la plaza, para apoyar el paro agropecuario al tiempo que
exigían la reforma agraria… No sólo los noteros televisivos, tan proclives
al pensamiento binario, los miraban como si fueran marcianos recién
desembarcados; también se ganaron la burla presidencial… Burla injusta, hay
que decirlo, pues el gobierno estuvo entre los primeros en caer entrampado
–y en promover- el círculo vicioso.
Resulta curioso que Luis D´Elía, quien fue sin duda el personaje que enunció
de la manera más simplificadora y autojustificativa el carácter binario de
la confrontación, se haya acordado recién ahora de la reactivación de los
prejuicios clasistas y racistas de una buena parte de la sociedad argentina,
si en realidad lo que él denuncia tiene un precedente reciente, bajo
gobierno kirchnerista, quien fue el responsable político de la demonización
de las organizaciones piqueteras disidentes. Ironías de la historia, el
antiguo piquetero devenido en "soldado" del gobierno, no hace más que probar
la medicina que el oficialismo ya utilizó para con sus hermanos de clase…

El paradigma agrario

El tercer tema se refiere, claro está, al carácter genérico de la expresión
"campo". Como se ha venido recordando en estos días, desde mediados de los
´90, asistimos al desarrollo de nuevas tramas productivas en el agro
argentino, que modificaron bruscamente el modelo local de organización de la
producción. Este nuevo modelo, que se caracteriza por el uso intensivo de
biotecnologías, de acuerdo a stándares internacionales (semillas
transgénicas a través de la siembra directa), colocó a la Argentina como uno
de los grandes exportadores mundiales de cultivos transgénicos. Lo cierto es
que, para muchos, su éxito inicial no sólo está relacionado con el
agotamiento del modelo anterior, sino con su capacidad "relativa" por
articular diferentes actores económicos: mientras que en el sector semillero
aparecen las grandes empresas multinacionales (como
Monsanto) y unos pocos grandes grupos económicos locales, en el circuito de
producción surgen otros actores económicos, entre ellos los "terceristas"
(los que cuentan con el equipamiento tecnológico), los "contratistas",
suerte de "productores sin tierra" (entre las cuales se incluyen los pooles
de siembra y los fondos de inversión), y por supuesto, los pequeños y
medianos propietarios, muchos de ellos rentistas. ¿Esto significa entonces
que, dada la heterogeneidad de actores que asoman en el nuevo mapa agrario,
dicho modelo tendría la particularidad de salir de una dinámica de
"ganadores y perdedores", propia de los ´90?
Los reclamos de los pequeños y medianos productores parecieran indicar que
el modelo, tal cuál aparece hoy, está lejos de ser inclusivo. A esto hay que
añadir, los desplazamientos de campesinos e indígenas que desde hace años se
llevan a cabo en ciertas provincias situadas en la llamada "frontera
agrícola" (las áreas marginales), como Santiago del Estero y Salta, cuyos
reclamos no aparecen en la agenda de ninguna de las organizaciones agrarias
hoy movilizadas. Asimismo, no hay que ser ambientalista para constatar que
el aumento de la rentabilidad en el cultivo de transgénicos viene acompañado
del avance de la desforestación y el monocultivo intensivo. Ello, sin contar
lo que supone la sojización del modelo productivo en términos de renuncia de
la soberanía alimentaria, o, en otro nivel, de posibilidad de independencia
y desarrollo tecnológico, vista la tendencia a producir sólo commodities y
no productos con valor agregado.
Así, el nuevo paradigma de producción agraria está lleno de puntos ciegos,
que involucran una serie de problemáticas muy arduas y complejas, cuya
discusión y crítica todavía aparece reducida a unos pocos especialistas,
algunas organizaciones no gubernamentales y los movimientos indígenas y
campesinos. Pero el debate social sobre sus implicaciones como vía del
desarrollo, apenas está en sus inicios. Tal vez la mentada puja entre el
"campo" y el "gobierno" pueda contribuir a generar un verdadero debate
social sobre las implicaciones de un paradigma productivo, que a no dudarlo,
engloba mucho más que a los productores agrícolas, supera la discusión
acerca del tamaño de la unidad productiva o el porcentaje de retenciones que
debe cobrar el Estado, y pone en tela de juicio la actual visión
productivista y lineal del desarrollo, que predomina tanto en el gobierno
como en el conjunto de los actores del nuevo modelo.
Un comentario final. En estos días extraños y tan intensos llegó a mis manos
un libro que acaba de editarse en Francia y conoce ya un gran éxito de
ventas. Su autora es una conocida periodista, Marie Monique Robin y el
título del mismo, El mundo según Monsanto. Libro perturbador, si los hay: a
través de una exhaustiva investigación, la autora nos va develando
minuciosamente la historia de Monsanto, la firma más emblemática de la
agroquímica mundial, a quien pertenece nada menos que el 90% de los
organismos genéticamente modificados cultivados en el mundo, y controla por
ello gran parte del paquete agrotecnológico que, entre otros, está obligado
a utilizar el llamado "campo argentino".
La historia de Monsanto está marcada por un número importante de errores
fatales que, más allá de las condenas judiciales y del conocimiento de su
nocividad por parte de la firma, no obstaculizaron durante un buen tiempo la
difusión y venta de productos sumamente perjudiciales para la salud de la
población y del medioambiente. La lista de estos productos es larga, y me
permito por ello retomar el resumen del prologuista del libro, Nicolás
Hulot: "el PCB, que sirve de líquido refrigerante y lubrificante y cuya
nocividad es devastadora para la salud humana y la cadena alimentaria,
prohibido luego de constatar la contaminación masiva ; la dioxina, de la
cual bastan solamente pocos gramos para envenenar toda una ciudad, y cuya
fabricación también será prohibida, desarrollado a partir de un herbicida de
la firma, que será la base del tristemente célebre Agente Naranja, el
desfoliante arrojado sobre las selvas y aldeas vietnamitas (lo que permitirá
a Monsanto obtener en el Pentágono el contrato más grande de su historia);
las hormonas de crecimiento lechero y bovino –primer banco de ensayo de los
organismos genéticamente modificados-, cuyo objetivo es hacer producir al
animal más allá de sus capacidades naturales, más allá de las consecuencias
vistas sobre la salud humana; el herbicida Roundup, presentado como
biodegradable y favorable al ambiente, afirmación contradicha por las
decisiones de la justicia en Estados Unidos y Europa"… Días extraños y no
menos intensos… La fusión inesperada entre la memoria larga (el esquema
binario) y la memoria corta (los
cacerolazos) produjo una escalada de efectos nefastos, desdibujó los matices
y redujo peligrosamente el espacio del antagonismo. Mientras tanto, la
discusión acerca de las complejas dimensiones que hoy recubren el concepto
de "Desarrollo", tanto a nivel social, ambiental como en términos económicos
y tecnológicos, continúa siendo un tema ausente de la agenda política.

El día 2/04/08, Diana Maffia <dianah@speedy.com.ar> escribió:
> Gracias a Mónica por romper la dicotomía tan violenta de los discursos

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