domingo, 6 de abril de 2008

RV: [RIMA] Cristina Kirchner: ¿víctima del machismo o especuladora?

-----Mensaje original-----
De: rima-lista-bounces@tau.org.ar [mailto:rima-lista-bounces@tau.org.ar] En
nombre de Macky poeta
Enviado el: jueves, 03 de abril de 2008 14:35
Para: Lista de RIMA
Asunto: [RIMA] Cristina Kirchner: ¿víctima del machismo o especuladora?

Fuente: Crítica Digital
http://criticadigital.com/index.php?secc=nota&nid=1659


Cristina Kirchner: ¿víctima del machismo o especuladora?

Sexo & política

La Presidenta lo repitió en todos sus discursos durante el conflicto con
el
campo: "Por ser mujer me cuesta más". Seis opiniones sobre si la condición
femenina la hacen realmente más vulnerable o si sus constantes apelaciones
al
tema sólo son una estrategia defensiva.
"Se queja de llena"
Susana Viau (Periodista de Crítica de la Argentina)
Con voz quebrada, Cristina Fernández afirmó el martes que dos pecados
explicaban la situación a la que hacía frente su gobierno y la ferocidad
de los
ataques: el primero, haber sido elegida por clara decisión popular y con
muchos
votos; el segundo, su condición de mujer.
Los espejos reproducen las imágenes invertidas y la Presidente los toma
demasiado en cuenta. Por eso su incursión en el melodrama –"sola no
puedo",
"yo sabía que todo me iba a costar mucho más"— adoptó un rumbo equivocado.

Sin ánimo de ofender, es menester recordarle a la Presidenta que Eva Perón
era
una actriz de reparto cuando el coronel Juan Domingo Perón, secretario de
Trabajo y Previsión, le dió un lugar preeminente en el escenario de la
época;
María Estela Martínez, bailaba en una cafetín de Panamá cuando el mismo
hombre, ya general y ex presidente en el exilio, la descubrió y, al
regreso, la
hizo su vicepresidente de la República.
A la muerte del anciano dirigente, "Isabel" (así se la siguió llamando,
con su
nombre artístico) ascendió a la primera magistratura y, de cara al
marasmo,
solía aducir en sus discursos "soy una débil mujer".
A diferencia de Eva Duarte y de Isabel Martínez, Cristina Fernández no era
una
recién llegada a la política en el momento en que un golpe de dados llevó
a
Néstor Kirchner a la cúspide del poder. Él, habilitado por la tradición
partidaria,
la declaró su heredera. Estos ejemplos deberían moderar el victimismo de
género al que apela sin necesidad alguna la señora presidente: a las
esposas
de los jefes del justicialismo no les va nada mal (con excepción de Zulema
Yoma, porque Carlos Menem la envió a cuarteles de invierno con la
advertencia,
razonable por cierto, de que "el poder no es un bien ganancial").
La Presidenta se mira demasiado el ombligo. Olvida que hay millones de
mujeres que luchan mucho más con resultados infinitamente más pobres. En
el
fondo, se queja de llena.
"El género como salvoconducto"
Adriana Amado Suárez (Doctora en Ciencias Sociales especializada en medios
de comunicación)
Hace medio siglo, Simone de Beauvoir demostró que nuestra cultura había
asignado a la mujer una posición asimétrica basada en atributos tales como
debilidad, dependencia, lo emocional por sobre lo racional, lo doméstico
sobre lo
público; justamente en aquellos en los que la sociedad educaba a sus
mujeres.
Desde entonces, el discurso de género viene argumentando que las virtudes
y
defectos de las personas así como sus competencias profesionales no están
determinados por el casillero del sexo del DNI.
Por eso resulta extraño escuchar de una mujer de poder la idea del género
recurrentemente asociada con el pedido de ayuda –o de comprensión– que
peligrosamente pareciera ratificar el prejuicio social de la debilidad de
la
condición femenina. En la misma tribuna en que se presentan los logros en
nombre del modelo, reiteradamente se asignan los inconvenientes al género.
En
el triunfo se insiste en que se trata de la primera mujer elegida para el
cargo,
pero frente a las amenazas se recuerda que hubo una anterior. Al recurrir
al
género como salvoconducto para solicitar concesiones se transmite el
mensaje,
quizás inadvertidamente, de que la presunta debilidad resultaría no de las
decisiones políticas sino de la naturaleza femenina de quien las toma.
No puede pelearse en la oficina igualdad de salarios y después excusar la
llegada tarde en las alteraciones hormonales, porque se abona el prejuicio
que
justifica sueldos inferiores para las mujeres en nombre de hipotéticas
pérdidas
de productividad por días femeninos. Algo parecido pasa cuando se insiste
en
explicar las reacciones por los desaciertos de las decisiones económicas
de
todo un gobierno en la naturaleza femenina de la cabeza del equipo. O
cuando
se cierran los puños para demostrar fortaleza, pero el acto cierra con el
abrazo
protector del hombre del apellido de casada. Justo lo mismo que culpás.
"No se equivoca; es verdad que por ser mujer la atacan más"
Luciana Peker (Periodista de Crítica de la Argentina)
Los cuentos dicen que están las princesas que esperan que el zapatito les
entré
y están las malas que quieren mandonear en su palacete. Incluso fue
censurada
la versión en donde Cenicienta iba en busca del príncipe, y reina la
idealización
de la heroína que friega, aguanta, se esconde y achica sus pies y sus
pasos.
Hace 2.008 años que manda una cultura en donde los hombres ocupan todas
las jerarquías –en el cielo y en la tierra- y en la Argentina hace 56 años
que las
mujeres tenemos derecho al voto. ¿Se equivoca Cristina cuando dice que la
atacan más por ser mujer y que ser mujer es, todavía, un pecado? Aunque sé
que me van a tirar piedras: no, no creo que se equivoque. No en eso.
¿Vieron que Cristina tiene cara de villana? Las villanas usan tacos, se
pintan los
ojos de negro y quieren dominar al reino. La historia que nos contaron es
que
las mujeres ambiciosas y que mandan son malas. El problema es que Cristina
es presidenta. Y, por lo general, los presidentes son ambiciosos (para
llegar a
ser presidentes) y mandan (es el trabajo de los presidentes).
El espejo de los sexos todavía no es igualitario: un hombre ejerce
liderazgo, una
mujer es autoritaria. Un hombre es firme, una mujer es mandona. Un hombre
tiene carácter, una mujer es desquiciada. ¿Al revés? Cristina es una
presidenta
débil porque no tiene experiencia ejecutiva. ¿Cómo se tiene experiencia en
una
historia que se arranca? ¿Alguien se acuerda que la primera gobernadora
del
país, Fabiana Ríos, fue elegida el mismo año que Cristina ganó como
presidenta?
¿Más al revés? ¿Quiénes salieron a frenar los remates del campo cuando el
campo se hundía en los noventa y nadie hacía nada?: Las mujeres en lucha.
Pero el viernes, cuando Cristina dio la mano de los 15 representantes del
campo, no había una sola mujer en representación del campo.
A muchos hombres todavía les jode que los mande una mujer por la misma
razón por la que (no a todos) todavía les cuesta que una mujer los mande
en el
trabajo, gane más que ellos, los invite a salir, les de cátedra o les
proponga
hacer el amor de otra manera: porque es raro, porque les quita poder y
porque
es nuevo.
Eso sí. Lo que es más raro es que Cristina use su condición de mujer como
escudo frente a las críticas. Aunque ella nunca antes había apelado a sus
lazos
de género. Ni usa su firmeza –por ejemplo- para implementar la ley de
educación sexual (que es resistida por romper con los moldes clásicos de
los
géneros) para que los chicos y chicas empiecen a leer otros cuentos.
"A todas nos pasa"
María José Lubertino (Abogada y presidenta del Instituto Nacional contra la
Discriminación)
No me cabe duda de que a Cristina todo le cuesta más por ser mujer. Y me
alegra que lo exprese. Ella no hizo una trayectoria desde el feminismo, ni
tiene
un proyecto político dedicado a los temas de las mujeres. Pero, en algún
momento, a todas nos pasa. El debate de intereses también le tocaría a
Néstor
Kirchner. Pero ella tiene que librar dos batallas: la batalla política y
la batalla por
ser mujer.
No es un tema individual de Cristina. Es evidente que las mujeres que
logran
romper el techo de cristal en los espacios de poder son medidas con otra
óptica. Quienes pretenden confrontar desde la oposición muchas veces
pivotean
en los prejuicios sexistas socialmente arraigados. Esto no es nuevo y pasa
en
el máximo nivel de una empresa, de un sindicato y del ámbito político.
En los análisis que se hacen sobre Cristina se miran otras cosas que en
los
varones no se mirarían, como la estética y las cuestiones afectivas y
familiares.
Esto se ha visto en los análisis de discurso de los medios y los políticos
en la
campaña electoral de Michelle Bachelet en Chile, donde le cuestionaban si
era
muy masculina, si podía ser presidenta porque estaba sola o quién se iba a
encargar de la ropa de los hijos.
Cuando Elisa Carrió habla del doble comando (con Néstor Kirchner) está
poniendo en juego la autoridad de una mujer para ejercer el cargo. Hay
dirigentas que están haciendo lo que no les gustaría que les pasara a
ellas si
estuvieran en ese lugar. Las mujeres tenemos que ser muy cuidadosas de no
caer en la tentación de ser sexistas con nuestras compañeras de género.
Esta
situación no es de varones contra mujeres. Estamos desmontando los modelos
impuestos y creando nuevos paradigmas de mujeres en lugares de decisión
que
antes eran exclusivos de varones. Que llegue una mujer es importante, pero
lo
que produce el cambio de paradigma es que lleguen muchas. Y ésa es una
batalla cultural que todavía no está ganada hasta que a todos nos resulte
indistinto que sea una mujer o un varón ejerciendo el poder.
"Es una versión del modelo del sexo débil"
Ema Cibotti (Historiadora e integrante de la Fundación Mujeres en Igualdad)
"La presidenta Cristina Fernández ejerce un liderazgo que incluye entre
sus
opciones mediáticas el uso de la carta del género. Pero aún no sabemos si
sus
discursos públicos, más que un atajo, alientan una transformación de la
situación de las mujeres en la que ella misma se sienta implicada.
Porque convengamos que, aunque celebramos un acontecimiento inédito -tener
una Presidenta electa por el voto popular por primera vez en la historia-,
el hecho
en sí no acredita innovación. Lo inédito puede ser tradicional y hasta
conservador. Sin ir más lejos, durante su campaña electoral Cristina hizo
gala
de un estilo político, muy personalista, que sigue otras pisadas de
nuestra
historia nacional.
Sus últimas recurrencias a la victimización femenina tampoco innovan en el
sentido común, son apenas la contrafigura de la vieja prédica tanguera:
"sos
mujer y te perdono". No hay evolución alguna en esta estrategia discursiva
que
remeda una versión más del modelo del "sexo débil". En este sentido, la
interpelación presidencial lleva a un callejón sin salida.
Efectivamente, ¿y la política dónde está? Porque el uso de la carta del
"genero"
no debería banalizar la real discriminación que sufren las mujeres de
todas los
estratos sociales (pero sobre todo las de los sectores populares) y
colores
políticos y que debe revertirse con medidas públicas concretas o enfatizar
las
que ya están en curso.
Las mujeres no son un colectivo homogéneo y singular, también están
atravesadas por intereses políticos y de clase y requieren reglas de juego
claras, para enhebrar los consensos necesarios que promuevan cambios en la
condición femenina. Y esto es posible porque no estamos en el Infierno y
el
pecado de género no existe.
"Presidenta, espero más de usted"
Daniela Gutiérrez (Pedagoga)
Cristina es mujer y además es Presidenta de la Nación. Dedicada a la
política
dura desde hace muchísimo tiempo, no creo que lo que sabe sobre la
dinámica
del poder lo haya aprendido por transmisión sexual. Semejante
descalificación
es un insulto. Su modo de hacer política es personal, y, en ese sentido,
es
también femenino. ¿Por qué quejarse de ser atacada por ser mujer?: Tiene
razón y aun así espero que no reclame para su ser mujer ningún lugar
victimizado. Ahora es el momento de hacerse cargo de que el ejercicio del
poder
en una sociedad como la nuestra implica reconocer que esa tarea encierra
una
violencia estructural. Y también que esa violencia tiene entre nosotros
acuñado
el registro de la masculinidad.
Hay que poner huevos. Ya lo dijo el martes último -y muy bien- Pablo
Alabarces
en la contratapa de este diario. En este país no han sido pocas las
mujeres que
hicieron y hacen política. Quizá el inicio sea la voz de las Madres de
Plaza de
Mayo que luego, durante los 90, tomó un grupo potente de mujeres: la madre
de
María Soledad Morales, la monja Pelloni, Laura Ginsberg, las mujeres del
Tractorazo de La Pampa (¿alguien las oyó en estos días?), Estela Carlotto,
Marta Oyanarte de Sivak, Graciela Fernández Meijide y Elisa Carrió. Pero
la
tolerancia a sus voces ha sido posible siempre y cuando se mantuvieran
como
figuras del bien, encarnación luchadora de esa variante del eterno
femenino de la
defensa de nobles ideales. Todas ellas son respetadas y escuchadas
mientras
se mantengan prudentemente en ese borde delgado y fronterizo entre hacer
política y ejercer con firmeza algún poder.
Quizá sea mucho pedir, pero preferiría que Cristina creyera que su
condición de
mujer no es un estigma, como muchos otros sí creen. Pero tampoco tiene la
condición preciada del pedigree (ese orgullo, esa heráldica) de la
pertenencia.
No tiene que ver con procesos: es una reacción refleja del cuerpo, una
alergia,
una respuesta defensiva sinestésica ante una agresión exterior. Yo de un
Presidenta espero más.


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