martes, 26 de febrero de 2008

RV: [RIMA] nota de pagina 12

-----Mensaje original-----
De: rima-lista-bounces@tau.org.ar [mailto:rima-lista-bounces@tau.org.ar] En
nombre de Ester Daye
Enviado el: lunes, 25 de febrero de 2008 14:59
Para: rima-lista@tau.org.ar
Asunto: [RIMA] nota de pagina 12


Viernes, 22 de Febrero de 2008
Violencia Ecos de una tragedia en Jujuy Mañana se cumplirán cinco años
desde que Romina Tejerina está presa por matar, en el momento del parto, a
su hija producto de una violación. Su caso se convirtió, desde entonces, en
emblemático al poner de manifiesto la desprotección de muchas mujeres frente
a la violencia sexual y la prohibición del aborto aun en los casos que la
misma Justicia considera no punibles. Aun cuando el caso de Romina todavía
espera una definición última de la Corte Suprema de Justicia —a cuya sede
marcharán hoy organizaciones de mujeres—, la repercusión social generó
conciencia y alivió la suerte de otras mujeres que sufrieron situaciones
similares. Por Elisabet Contrera
Un eco de voces se filtra entre los muros. Romina se despierta. El sonido
es difuso, monocorde. Se apoya en las paredes tratando de descifrar qué
dicen. Deambula, impaciente, por el cuarto para identificar de qué dirección
proviene el grito colectivo. Tal vez, se dice, nació en San Pedro, ciudad
jujeña que la vio crecer, de la que fue desterrada y a la que sueña con
volver. Quizá, se pregunta, venga del barrio porteño de Lugano, donde Erna,
a sus 23 años, también sufrió el encierro y el maltrato de la Justicia que
luego la liberó de culpa. Romina continúa escudriñando. Escucha otros
nombres de mujeres desconocidas. Se cuela el nombre de Susana que no está
libre todavía de jueces que la acusan de matar a su bebé como a un animal.
Cree reconocer el nombre Eli. Se pregunta si será la joven, del pueblo
cordobés de San Javier, acusada de matar a su hijo recién nacido y absuelta
por un jurado popular. Romina está a punto de descifrar la consigna de ese
movimiento compacto que avanza hacia ella. ¡Libertad para Romina Tejerina!
¡Libertad para todas las rominas! es el mensaje. Un reclamo sostenido que
enlaza las voces de las mujeres de todo el país y que mañana cumple cinco
años.
Las voces rodean la Unidad Penitenciaria Nº 3, en Jujuy para inundar la
celda de Romina Tejerina. El grito de justicia rompe con el silencio de la
cárcel cada 23 de febrero, desde hace 5 años. Para Romina, ese día, del
2003, llegaban a su fin siete meses de sufrimiento, de artimañas caseras
para ocultar su panza y de noches de sueños sobresaltadas al recordar el
momento en que ese bebé era concebido en contra de su voluntad. Esa mañana,
en el baño de su casa, cuando vio en la cara de la recién nacida el rostro
de su violador, no pensó en más consecuencias que las del instante, no supo
que para ella la Justicia se diluiría en el tiempo.

Mañana se cumple un nuevo aniversario de la mañana en que fue detenida bajo
el cargo de homicidio calificado por el vínculo. Está a 9 años de cumplir
los 14 de pena impuestos por un Tribunal oral y a tres meses —según los
pronósticos de su defensa— de que la Corte de Suprema de Justicia de la
Nación se expida sobre el caso.
La abogada de Romina, Mariana Vargas, presentó un recurso extraordinario
solicitando al máximo tribunal la absolución de la joven por considerar que
es inimputable. En este momento, el pedido está en manos del magistrado Juan
Carlos Maqueda. Ya habrían dado su veredicto tres de los siete miembros de
la Corte: Carmen Argibay, Enrique Petracchi y Raúl Zaffaroni. Este último
recordó en varias oportunidades su rechazo a la reforma del Código Penal en
1994 a través de la cual se derogó la figura del infanticidio. Esa
eliminación permitió que la pena por el delito pasara a tipificarse como
homicidio calificado por el vínculo y la condena pasara de tres años de
prisión a prisión perpetua. El pedido de la defensa recibió el voto en
contra de la Procuración General de la Nación que, en un dictamen no
vinculante, decidió desestimar el recurso por sostener que la joven
comprendió la criminalidad de sus actos.
Hoy, mujeres de todo el país marcharán hacia la Corte Suprema para
reclamar una vez más por la liberación de Romina. Su caso no sólo se
convirtió en un icono de la saña judicial hacia la mujer, sino que
representó un quiebre en la forma de mirar esas historias. "Fue un caso
testigo no porque fuera el primero, o el único, sino por todo lo que puso en
evidencia: la necesidad de reincorporar la figura del infanticidio al Código
Penal, la impunidad de la violación, y el modo patriarcal de ejercer la
justicia", sostuvo Diana Maffía, filósofa, actualmente legisladora porteña
por el ARI. También llevó a la escena pública los nombres de miles de
mujeres, de otras "rominas" que viven —o vivieron— el encierro por sufrido
situaciones similares. Una recorrida por los casos de infanticidio ocurridos
en estos años pone en evidencia que el cambio operó con más fuerza en la
sociedad y no en la Justicia, que todavía mantiene en vilo el destino de
muchas mujeres. "La Justicia no cambió. En realidad, actúa distinto por
temor a la reacción social. La gente ve estos casos con una mayor apertura
que antes. Ahora no culpabilizan a la víctima, no la tildan de asesina, sino
que piensan en el contexto, en las circunstancias que llevaron a eso",
explicó Mariana Vargas, que ya está en Buenos Aires, junto a Mirta, la
hermana de Romina, para participar de la protesta que se realizará hoy.
"Ahora, la gente tiene más conciencia de las inequidades sociales en las que
viven las mujeres. Antes era un debate prohibido", señaló María Elena
Barbagelata, que en 2004 presentó como legisladora nacional un proyecto para
reincorporar la figura del infanticidio al Código Penal, iniciativa que
nunca fue aprobada.
Otro secreto sin amor A Romina no le creyeron que había sido violada. La
quemaron en la hoguera por haber pecado. A Elizabeth Díaz, el pueblo de San
Javier le creyó que su patrón había abusado de ella por casi 10 años y que
no fue consciente en el momento que mató a su hijo recién nacido, producto
de esa violación. Esto le permitió recuperar su libertad. Su historia se
conoció el 8 de febrero de 2006, en San Javier, pueblo de Traslasierra, de
1500 habitantes, ubicado a 165 kilómetros de Gran Córdoba. Tenía 19 años
cuando fue encontrada tirada, en un charco de sangre, desmayada, en el baño
de la casa, donde trabajaba como empleada doméstica. Ella, al igual que
Romina, ocultó su embarazo y en un estado de inconciencia mató al bebé a
golpes en la cabeza.
Ese mismo día, la detienen en el hospital bajo el cargo de "homicidio
calificado por el vínculo" y permaneció presa en la cárcel de mujeres de
máxima seguridad de Bower hasta el comienzo del juicio, en noviembre del
mismo año. En medio de una gran movilización de sus vecinos, un jurado
popular la absolvió. De los ocho jueces populares, seis consideraron que
ella no tuvo conciencia de sus actos. En cambio, los dos jueces de cátedra
sostuvieron que era culpable del asesinato. "A Eli la salvó el pueblo
representado en ese jurado popular. La cuestión social se coló en la
decisión final. Los jueces legos, aunque consideraron la violación como un
atenuante, habían decidido sentenciar a la chica", contó Leticia Celli,
abogada del Centro de Profesionales por los Derechos Humanos de Córdoba.
"Este caso es muestra del cambio de mentalidad de la sociedad con respecto a
situaciones como las que vivió Elizabeth y se replanteó sobre la necesidad
de denunciar los abusos", sostuvo. Tras conocerse la historia de Eli,
organizaciones sociales de la provincia crearon un programa de asistencia a
las víctimas, y en los colegios se realizan campañas de concientización.
La maratón judicial no está todavía cerrada. El fiscal de la causa, José
Luis Cerioni, apeló la medida tomada por el jurado popular y su pedido está
siendo analizado por el Tribunal Superior de Justicia de la provincia. El
había solicitado ocho años de prisión para la joven. La defensa de Elizabeth
especula que el máximo tribunal tomará una decisión luego de que se resuelva
el juicio contra el supuesto abusador, Arturo Benavídez, hombre de 60 años,
casado con dos hijos, que se encuentra detenido hace un año bajo el cargo de
abuso reiterado con acceso carnal. "Por eso es relevante la causa contra el
violador. Tenemos que luchar para que no quede impune el abuso, como ocurre
con el 95 por ciento de los casos en la Argentina", remarcó. Ese es el caso
de Romina. Su agresor fue sobreseído en la causa.
Santa maternidad Fiscal: Cuando pasó eso, ¿vos te acordás cómo hiciste
para usar la navaja?
Susana: Sí.
Fiscal: ¿Dónde lo heriste?
Susana: En el cuello.
Fiscal: ¿Por qué elegiste el cuello?
Susana: ¿Por qué me pregunta eso?
Fiscal: Porque en el cuello lo hacen cuando quieren matar animales.
¿Quisiste imitar eso?
Susana: Sí, se me ocurrió.
Quien responde es Susana Colimán, quien pregunta es el fiscal Héctor Troba.
El interrogatorio ocurrió el 2 de noviembre de 2005 en Zapala, en la
provincia de Neuquén, en el marco del juicio contra esta joven mapuche
acusada de matar a su bebé recién nacido. Después de preguntarle si se le
había ocurrido dar en adopción a su hijo, si el padre era fruto de una
relación estable u ocasional y si era soltero, el fiscal sentenció:
"Solicito cadena perpetua, más en este caso en el que se trasgrede la
santidad de la maternidad, porque hasta en el reino animal se defienden a la
cría".
En ese momento, la Cámara de Multifueros no le dio la razón y la condenó a
ocho años y seis meses de prisión, tomando como atenuante la historia de
Susana marcada por el abandono extremo, el maltrato familiar, la falta de
acceso al conocimiento para pactar una relación sexual, ni acceso a los
anticonceptivos ni al hospital. Esta situación desembocó en los hechos
ocurridos el 16 de septiembre de 2004. A los 26 años, tuvo un bebé en la
casa en la que vivía transitoriamente, en el barrio Lanín, de Junín de los
Andes. Nunca se supo quién era el padre y tampoco si fue fruto de una
relación consentida o de una violación. Apenas nacido el bebé le efectuó un
corte en el cuello causándole la muerte y arrojó el cuerpo en una letrina
ubicada fuera de la vivienda.
De todas formas, dejó en claro el accionar discriminatorio de la Justicia
blanca hacia una mujer mapuche. "Se trató de un mensaje de condena social,
con un significado claro: con la santidad de la maternidad no se juega, con
la cultura judeo-cristiana y sus valores no se juega, con el patriarcado no
se juega. Todo lo demás, no cuenta", sostuvo Ruth Zurbriggen, del Colectivo
Femenista La Revuelta que acompaña a Susana y que cedió este fragmento de
declaración del juicio. Meses después, el Tribunal Superior de Justicia
resolvió el 2 de junio de 2006 anular lo actuado y ordenó un nuevo proceso
invocando la falta de fundamentación de la sentencia. "Tanto el accionar del
fiscal como de los jueces estuvo viciado de construcciones patriarcales",
denunciaron desde la organización de mujeres.
A diferencia de Romina, que vivió más de una vez las esperanzas de salir
de la cárcel que nunca consiguió, Susana no recuperó su libertad pero puede
esperar el inicio del nuevo proceso fuera de la Unidad Penintenciaria Nº 16,
de Neuquén, junto a los miembros de su comunidad. En octubre del año pasado,
la Justicia provincial aceptó la solicitud presentada por la Confederación
de Organizaciones Mapuches para que Susana viva bajo el resguardo de la
comunidad mapuche de Aucupán.
El estigma de ser inmigrante y pobre El 16 de octubre de 2004, Erna
Ibáñez, de 23 años, parió en la casa que compartía junto a sus hermanos y
sobrinos, en Villa 20 de Lugano. Ella había llegado a Buenos Aires 20 días
antes del parto escapando de los maltratos de su madre que la había separado
de Fulgencio Benítez, quien había abandonado la carrera religiosa para
formar una pareja con ella. "Su madre le dijo que si volvía con él, no iba a
ver nunca más a su hija —en ese momento tenía 5 años—, que era un hijo del
diablo", contó Noemí Oliveto, ex diputada porteña que luchó por la
liberación de Erna.
Esa noche, ella tuvo a su hija sola. Fulgencio, el padre de la criatura,
no sabía del paradero de la joven. "El bebé no lloraba, estaba muerto", le
dijo Erna a su hermana que la encontró desmayada en el piso de la cocina.
Según los médicos, ella tuvo un parto como por "avalancha", imprevisto, que
provocó un golpe en la cabeza del recién nacido causándole la muerte. El
parto pudo haber sido facilitado por los golpes en el vientre que le había
dado su madre antes de la huida de su casa.
Ella terminó en la cárcel por la denuncia realizada por la misma doctora
del Centro de Salud de Lugano que la había examinado dos días antes del
nacimiento del bebé. En vez de asistirla por dolores en su vientre —tenía
una infección como consecuencia del parto casero— llamó a la policía. La
joven permaneció durante un año y medio en prisión bajo el cargo de
homicidio intencional agravado por el vínculo. Recuperó su libertad en abril
de 2006 cuando el Tribunal Oral en lo Criminal Nº 4 la condenó por homicidio
culposo, delito que contempla una pena de tres años, la misma pena
excarcelable que correspondía a la figura de infanticidio. La fiscal del
caso había pedido reclusión perpetua, pero la Justicia le creyó a su defensa
que había sostenido que el bebé murió como consecuencia del maltrato de la
madre a Erna. "Este caso fue tan escandaloso como el de Romina, ella no
sabía hablar castellano, pero la policía presentó tres hojas de declaración.
Estuvo más de un año presa y acusada de asesina por los jueces por ser
paraguaya", sostuvo Noemí Oliveto, referente del Movimiento Solidario por
los Derechos de las Mujeres Marie Langer. "La resolución de estos casos
—analizó Maffía— demuestra que la sociedad moderó su opinión sobre ellos. No
los ven como casos criminales, sino que analizan todos los aspectos del
fenómeno, entienden la situación límite de sobrevivir o matar. La sociedad
comprendió. La que sigue sin comprender es la Justicia, que se mueve como
una elite." Hoy, Erna es feliz. Vive con su hija Sebastiana, de 8 años, con
su compañero, y su hijo de un año y medio. Se llama Fernando.

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