miércoles, 13 de febrero de 2008

RV: [RIMA] Una mujer terrible-----CARTA A SIMONE DE BEAUVOIR

-----Mensaje original-----
De: rima-lista-bounces@tau.org.ar [mailto:rima-lista-bounces@tau.org.ar] En
nombre de Maria Luisa Lerer
Enviado el: miércoles, 13 de febrero de 2008 10:44
Para: rima-lista@tau.org.ar; rima gacetillas
Asunto: [RIMA] Una mujer terrible-----CARTA A SIMONE DE BEAUVOIR

CARTA A SIMONE DE BEAUVOIR
Una mujer terrible

Por Liliana Mizrahi *

"La vida del espíritu es exactamente eso: vivir pensando y comprender."

Julia Kristeva, El genio femenino, Tomo 1

Cuando publicaste tu primera novela La invitada (1943), yo recién nacía. No
sé bien cómo, pero tus ideas caminaron por el espacio y llegaron hasta mi
casa.

Las mujeres, te cuento, seguimos saliendo del sopor de los prejuicios y las
convenciones tradicionales y habitamos la lucidez de la vigilia reflexiva. Y
vos lo sabrás, las mujeres lúcidas ya no esperan.

Me parece comprender que nuestros conflictos de liberación, como mujeres,
estaban trivializados por las convenciones culturales. Simplificar las
realidades complejas, trivializar lo problemático, es siempre un drama.

Simone, vos lo sabés: una mujer que conquista su lucidez no tiene retorno.
El camino de la inteligencia es irreversible. Las mujeres estamos dejando de
ser ausencias-presencias, secundarias y silenciosas, sumisas y
complacientes, ocupamos lugares de poder político, empresarial, económico,
intelectual o científico. Sin embargo, el abuso y la opresión existen.

Ahora que te pienso, a 100 años de tu nacimiento, si algo te envidio, es el
permiso que tuviste, desde el comienzo, para ser inteligente y crítica, que
es el auténtico modo de ser libre. Te resultó más fácil que a otras.

A mí me facilitaste el camino. El anhelo de libertad estuvo siempre en la
mayoría de nosotras. Ese anhelo nos da la maravillosa sensación de estar en
la vida. La pasión hoy de la mayoría de las mujeres es la misma que vos
tuviste: comprender, aprender, saber, comunicar.

En 1927, te licenciaste en Filosofía y escribiste:

"Sartre, correspondía plenamente al compañero que yo había soñado desde los
15 años. Era el doble en quien encontraba incandescentes todas mis manías.
Siempre podía compartirlo todo con él" (Memorias de una joven formal).

Viviste en un tiempo interesante de la historia, y lo supiste aprovechar. La
posguerra abrió una brecha por la que fluyeron nuevas ideas capaces de
representar a una juventud diferente. El existencialismo rompió con los
valores del pasado y ofrecía una ética nueva. Existir era reformular la
existencia. "Vivir es la voluntad de vivir" (Por una moral de la ambigüedad,
1947).

En 1949 se publicó El Segundo Sexo, el ensayo feminista más importante del
siglo XX. (Se vendieron 22.000 ejemplares la primera semana.) Tus ideas
caminaron y caminaron por el espacio, la tierra estaba fértil, las
conciencias femeninas abiertas y receptivas, era el momento: las mujeres
estaban ávidas de libertad y vos comprendiste que la libertad no puede ser
retórica o ilusoria, la legitimaste con tu vida. Y aún hoy seguimos
aprendiendo que la libertad es comprometida o no es libertad.

Te imagino lo mejor que puedo: con un padre abogado de extrema derecha, que
aspiraba y se debatía con ideales aristocráticos, y una madre puritana,
ultracatólica. Los burgueses Beauvoir, después de un tiempo y empujados por
un abuelo especulador que terminó en la cárcel, cayeron en la bancarrota y
se reconocieron: pobres. Debieron mudarse a un modesto departamento,
incómodo y precario.

Vos y tu hermana Helene estuvieron determinadas por una férrea moral
cristiana y por los mismos convencionalismos sociales y morales que
sumergieron en la ajenidad de sí mismas a casi todas las mujeres. Sin
embargo... en poco tiempo (ése es el punto)... reconociste tus deseos. Te
diste cuenta de lo que querías, muy tempranamente y lo legitimaste. No
opacaste tu conciencia, tuviste permiso para abrirla y darles rienda suelta
a tus anhelos. No todas tuvimos ese privilegio, vos sí y lo supiste
aprovechar, de algún modo nos sirvió a muchas.

Sabrás que "el que desea y no obra engendra peste", dice Blake, y eso es lo
que pasa todavía con muchas mujeres. Desean y no realizan sus deseos.

A los 15 años, tus deseos comenzaron a crecer y concretarse, te fuiste a
estudiar, encontraste un excelente interlocutor en Sartre, viviste y te
preguntaste acerca de tu condición de mujer. Miraste a las mujeres con una
sensible visión antropológica, conceptualizaste filosóficamente lo que veías
y te comprometiste con tus responsabilidades de mujer madura de esa época.
Una mujer contemporánea. Una mujer de tu tiempo. Tuviste ese coraje.

Miles estaban ahí, sin voz ni voto, ni en sus propias vidas.

¿Te acordás de Mary Wollstonecraft y las sufragistas inglesas de fines del
siglo XIX? Ellas te precedieron, pero... lo tuyo fue escribir, llegar y
comunicarte con millones de cabezas femeninas.

Yo seguía con asombro las vicisitudes de tu vida. Mostrabas que otra
alternativa existencial era posible, que vos podías, tenías esa osadía. Una
alternativa totalmente alejada de la mía.

Con el tiempo, me ayudaste a romper la inercia de una vida tradicionalista,
salí de la pasividad y la obediencia, atravesé el aislamiento y me puse a
trabajar en la ignorancia de mí misma y también junto a otras mujeres.

Las mujeres de mi generación empezamos a construir nuestras vidas buscando
nuestra identidad específica, a nuestra imagen y semejanza. Y expresamos
como pudimos el desesperado deseo de renacer como protagonistas verdaderas.

Hoy en día, muchas mujeres somos capaces de cambiar el orden del mundo, si
es necesario, pero no cambiar el rumbo ni perder nuestros deseos.

Aun así, todavía perdura la impotencia de no-ser-reconocida, y sigue siendo
fuente de resentimiento. Aún nos falta mucho camino, siempre nos va a
faltar.

No importa tanto si las mujeres puntualmente te leímos o no, tus ideas
llegaron a casi todas, y por eso luchamos, como dirías vos: "para recibir
todo de la vida", porque nos queremos y nos sabemos "dotadas para la
felicidad".

Cuando El Segundo Sexo fue traducido al español y llegó a Buenos Aires en
1958, yo tenía 15 años. Mi madre no sé si lo leyó o no, pero lo cierto es
que me puso a trabajar, ayudaba a chicos a hacer los deberes, ponía ruleros
y peinaba, o hacía títeres en los cumpleaños. Y... ahorraba. Prendió en ella
tu idea de que las mujeres, para liberarnos, debíamos trabajar e
independizarnos económicamente.

Ayudaste a varias generaciones a reconocer y pensar el camino de la
responsabilidad en la creación de una misma. Yo comprendí que ésa era la
tarea: el esfuerzo y el compromiso con nuestra evolución. Eso era "hacerse"
mujer. No es fácil, es denso, pero es la manera de vivir.

Para muchas mujeres, la opresión que impone la miseria económica no deja
mucho espacio para pensar ni hacer grandes cosas. La tarea ahí es
sobrevivir.

Te cuento: vivimos entre el exceso obsceno, el despilfarro y la carencia más
extrema e inhumana. Es un mundo desbordado de violencia y millones de
mujeres viven sumergidas en una pobreza indecente, pero no se rinden, las
conozco, son creativas y hacen malabarismos.

También es cierto que muchas mueren, desaparecen, son abusadas, prostituidas
o secuestradas. Vos lo sabés, el camino de la libertad no es fácil para
nadie, y menos para nosotras.

Conocemos el trabajo liberador y también muchas formas del abuso. Sabemos
las virtudes de la independencia económica, pero todavía existe la
esclavitud; nos atrevemos más a pensar la maternidad como trampa, pero acá,
las argentinas todavía no hemos conquistado la despenalización del aborto y
los varones deciden aún sobre nuestros cuerpos.

Lo que también es cierto es lo que dijiste: "El problema de la mujer ha sido
siempre un problema para el hombre".

Yo te recuerdo con mucho cariño. Que descanses en paz, nosotras seguimos con
la tarea de hacernos mujeres.

* Licenciada en psicología, ensayista y poeta. Autora de, entre otros
libros, Mujeres en plena revuelta.
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