miércoles, 11 de junio de 2008

RV: [RIMA] Cristina, Lilita, Susana y las lágrimas, por Norma Morandini

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De: rima-lista-bounces@tau.org.ar [mailto:rima-lista-bounces@tau.org.ar] En
nombre de Gabriela Adelstein
Enviado el: lunes, 09 de junio de 2008 18:49
Para: RIMA Tau
Asunto: [RIMA] Cristina, Lilita, Susana y las lágrimas, por Norma Morandini


http://www.criticadigital.com/index.php?secc=nota&nid=5397
publicado en Crítica Digital
fecha: lunes 09 de junio de 2008
difundido por RIMA - Red Informativa de Mujeres de Argentina


opinión
Cristina, Lilita, Susana y las lágrimas

por Norma Morandini *


¿Hay algo más perturbador que las lágrimas? Y no hablemos del llanto, ese
torrente de emoción que desnuda el dolor y, sobre todo, el más poderoso de
los amores: el amor propio herido. ¿Será por eso que los hombres, educados
para el orgullo, no lloran y las lágrimas culturalmente son un patrimonio
exclusivo de las mujeres?

Hay madres que siguen educando a los varones como la sultana Aixa a su hijo
Boabdil, el último rey de Granada, quien cuando se rindió ante los reyes
católicos y perdió al-Andalus, el paraíso de los árabes, escuchó de su madre
esta amonestación: "No llores como mujer lo que no supiste defender como
hombre".

San Agustín dijo: "Las lágrimas son la sangre del alma". Y, en estos tiempos
de simulación, donde nada es lo que parece y las técnicas del mercadeo han
hecho hasta de las lágrimas un objeto, cómo no perturbarse frente a esas
almas que se nos muestran como heridas. Y todo este rodeo para confesar mi
perturbación ante nuestras mujeres líderes que en estos tiempos de angustia
colectiva han mostrado sus lágrimas ante las cámaras. La Presidenta, a la
que vimos emocionada frente a los compatriotas exiliados en Roma. Lilita
Carrió en su recorrido por los piquetes de los chacareros.

No deja de resultar aleccionador que en la misma semana, Susana Giménez haya
confesado que no llora nunca, ni aunque le pase un colectivo encima. Tal vez
porque la mujer que hizo de la espontaneidad un rasgo de verdad reina sin
culpas, y por eso con alegría, en el espacio público, tradicionalmente de
los varones.

Como las lágrimas nos enseñan sobre una verdad personal, no se trata de
poner en duda las lágrimas de nuestras dirigentes mujeres. Podemos, en
cambio, indagar la simbología escondida de esa expresión, ya que se trata de
las dos mujeres más expuestas y por eso sometidas al ojo público, el de la
maledicencia o la adulación, una tan dañina como la otra.

Es probable que cuando lloramos, en realidad, lloramos por nosotros mismos.
Y vale reconocer a las lágrimas como impotencia, como bien los advirtió otra
mujer, la poeta uruguaya Juana de Ibarbourou: "Ninguna lágrima rescata nunca
el mundo que se pierde ni el sueño que se desvanece". Los argentinos ya
tenemos varios mundos perdidos y las ilusiones se desvanecen con nada nueva
frustración.

Si la incorporación de las mujeres al mundo del poder significa también la
feminización de ese mundo tan absolutamente masculino, no debería
perturbarnos que nuestras mujeres líderes muestren sus lágrimas sino que
desde tal expresión de verdad se pueda extender la mano al otro, como si en
las lágrimas pudiéramos reconocernos como iguales, aunque se llore por
razones diferentes. ¿Alguien puede imaginar a nuestra Presidenta abrazada a
la principal líder de la oposición? ¿Podemos imaginar siquiera lo que es
normalidad en el mundo democrático desarrollado, que esas dos mujeres ya no
se abracen al llanto sino que se den la mano? Ya esa incapacidad para
imaginar lo que vemos como imposible demuestra de manera brutal, por
verdadera, el grado de desencuentro de los argentinos.

Este país patriarcal hizo de la guerra una lógica política y sigue
insistiendo sobre lo que ha sido nuestro fracaso: la división, el puerto
versus el país de puertas adentro, los rojos y los negros, sin que podamos
reconocernos en el otro como un igual. Ese defender a la Patria a los
gritos, pero pedir muerte para los compatriotas. Y sobre todo, que la
incorporación de las mujeres al mundo del poder no haya significado, hasta
ahora, una humanización de ese poder y las mujeres sigamos estando donde nos
puso el Patriarca: la cama o el llanto.


* Periodista, diputada nacional.

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