martes, 20 de mayo de 2008

RV: [RIMA] Qué me hiciste de rico, varón

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-----Mensaje original-----
De: rima-lista-bounces@tau.org.ar [mailto:rima-lista-bounces@tau.org.ar] En
nombre de Macky poeta
Enviado el: miércoles, 14 de mayo de 2008 15:16
Para: Lista de RIMA
Asunto: [RIMA] Qué me hiciste de rico, varón

Fuente: criticadigital.com
http://criticadigital.com/impresa/index.php?secc=nota&nid=4413


CUANDO ELLAS PARAN LA OLLA O GANAN MÁS QUE LOS HOMBRES

Qué me hiciste de rico, varón

La crisis de 2001 –con el obligado paso al frente de las mujeres en el
mercado laboral– terminó de transformar aquel viejo paisaje de machos
proveedores y chicas en sus casas. Hoy, cada vez más empleadas ganan más que
sus parejas y aquellas que son principal sostén del hogar pasaron –entre
1996 y 2002– del 25 al 34%. Las culpas por abandono de rol parecen cosa del
pasado. Pero las encuestas dicen que muchas extrañan al antiguo, muy gentil
caballero.
Diez años atrás, cuando Susana Giménez revoleó el cenicerazo contra Huberto
Roviralta, el mundo en el que ella se había criado ya no era el mismo. Tal
como construyó su leyenda, la millonaria self-made woman local era diezmada
en su fortuna personal por la demanda de divorcio de un marido cuya
principal actividad era pasear sin prisa ni pausa al fallecido Jazmín. Desde
Mariano Grondona en Hora clave, hasta Mario Pergolini en CQC, ningún
mediático dejó de golpearse el pecho o de hacer guiños ante semejante estafa
a los modelos de masculinidad y femineidad que creían inalterables.

Es un síntoma ancestral: cuando algo comienza a escurrirse, los
conservadores se fanatizan. Pero mucho antes de 1998, año del incidente, el
"empate hegemónico" entre los géneros ya había estallado, y más que el
cenicero. Diez años después, fatigados de transición posmoderna y con menos
asombro, conviven distintas combinaciones entre hombres, mujeres, trabajo y
dinero. Con o sin objetos contundentes a mano, cada vez son más las mujeres
que ganan sumas superiores a las de sus parejas y hombres a los que les
parece muy bien que así sea. Puede sonar ampuloso, tal vez exagerado, pero:
¿un nuevo orden nace de los escombros del viejo?

Lo más curioso para observar es el letargo mediático para acusar recibo del
cambio en el estereotipo. La fuerza del discurso establecido es aplastante,
una piedra difícil de correr y que se desecha sólo cuando el tiempo la ha
pulverizado. El historiador francés Fernand Braudel (1902-1985) dijo que los
tiempos históricos tienen corta, media y larga duración: a este último grupo
pertenecen las mentalidades y los sentidos comunes. Y sin dudas la idea del
varón como sostén de las familias es una gran tortuga en estas épocas
meteóricas.

CUANDO LOS LIBROS ENVEJECEN. Hubo un momento, siempre hay uno, en que "el
orden de las cosas" se sustentaba en la estructura económica, en que el
discurso y la realidad no estaban separados por incompatibilidad de
caracteres. Pero la cosa se puso fea y ya desde la década de los 80 los
libros de lectura empezaron a envejecer. El papá que volvía del trabajo, la
mamá que cocina y los niños que juegan a la bolita era una postal que
representaba al mundo familiar tal como era conocido hasta los 60. La
sociología especializada en cuestiones de género lo definió como modelo
patriarcal: el marido es el único proveedor del hogar, a cargo de la
producción económica y fuente de autoridad, mientras que su cónyuge femenino
es ama de casa, a cargo de la reproducción doméstica del hogar y la crianza
de los hijos. Cualquier quiebre era visualizado como disfunción.

Pero alguien escupió el asado. Pueden echarle la culpa al neoliberalismo que
empezó en los 80, se acentuó en los 90 y explotó a principios del segundo
milenio. La película es irritantemente conocida: crisis económica,
reestructuraciones, ajustes, flexibilización y el desempleo que mandó a la
calle a los varones y a trabajar a las mujeres para reemplazar los ingresos
faltantes.

Semejante movida de piso produjo enormes grietas en el edificio. Según la
socióloga Catalina Wainerman (La vida cotidiana en las nuevas familias,
Lumiere, 2005), en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), la mayor
aglomeración urbana del país, entre 1980 y 2001 el modelo tradicional
decreció en un tercio, desde 74,5% al 53,7% y el de dos proveedores aumentó
más de tres cuartos, de 25,5 a 46,3. Es decir: si de cada diez hogares, en
siete había un único proveedor varón, en dos décadas se pasó a cinco de cada
diez; y a su vez, de dos y medio hogares con dos proveedores, se pasó a más
de cuatro.

Pero lo más interesante es el aumento de la mujer como principal proveedor,
papel que creció 15 veces en el mismo período: del 0,4% al 6%, grupo que
Wainerman denominó "hogares de mujeres tanques" y que la investigadora del
Conicet Rosa Geldstein estudió y dio a conocer ya en los 90 con los nombres
de "principal perceptora de ingresos del hogar", "principal proveedora" o
"principal sostén del hogar". También suele usarse el término "jefas de
hogar", pero Geldstein prefiere diferenciarlo con fines analíticos: "Llamo
'jefas de hogar' a las mujeres solas, sin cónyuge varón presente en el hogar
y que, en la mayoría de los casos y si tienen hijos menores a cargo, son al
mismo tiempo las 'principales proveedoras' o 'sostén del hogar' pero no
necesariamente".

Con más o menos precisión en el uso de estas categorías, el título "jefa de
hogar" quedó "condenado al éxito" gracias a la crisis de 2002 que dejó en la
calle al 21,5 % de la mano de obra (pico de desocupación de mayo de ese
año). Por esta razón es que este término, connotado por los planes oficiales
para paliar el desempleo, remite fuertemente a los sectores más castigados
de la clase baja y media baja.

La desocupación masculina empujo al mercado laboral a mujeres casadas, con
hijos, que aceptaron condiciones precarias de empleo ante la necesidad de
mantener a la familia. Se trata de un proceso al que los sociólogos
prestaron mucha atención por la extensión del fenómeno pero que, en otros
estratos sociales, tuvo características diferenciadas y, a juzgar por la
bibliografía acerca del tema, menos estudiadas.

ENCANTOS DE LA CLASE MEDIA. Porque en la clase media con mayor nivel
educativo también se dio este proceso y no sólo por necesidad de poner el
hombro, sino por proyecto de vida, libertad de elección o satisfacción
profesional. O porque ellas quisieron porque sí. Apenas un dato para el
ablande: la feminización de la matrícula universitaria alcanzó, en 1994, el
52,2 % de todas las universidades nacionales. Era inevitable que, a más
educación, cambiaran las pautas maritales y reproductivas: estas mujeres
preparadas para la alta competencia postergan el casamiento y la maternidad,
y no abandonan el mercado laboral sino que persisten en sus carreras: no
quieren perder la inversión de tantos años de estudio ("costo de
oportunidad").

A su vez, Wainerman afirma que, desde la demanda, está comprobado que el
mercado laboral recluta selectivamente a las más educadas, fenómeno que no
se repite en los varones. Es frecuente, entonces, encontrar el modelo de dos
proveedores en hogares cuyos cónyuges tienen educación superior o donde
directamente es ella la que más diplomas acumuló.

Para Alberto Pierpaoli, CEO de The Gender Group –una consultora
especializada en aplicar diferencias culturales de género al marketing– las
jefas de hogar como principal sostén en los hogares del total de los
aglomerados urbanos de la Argentina, crecieron del 25 al 34%, de 1996 a
2002. En cuanto a la proporción de ingresos aportados por la mujer al
ingreso de la pareja, tomando hogares nucleares con hijos, en el AMBA, entre
1980 y 2000, se observa una disminución de hogares donde la mujer aporta
menos que el varón y un aumento en aquellos en los que ella aporta más. Las
que aportan más que sus cónyuges, según edad de la mujer, han crecido más en
el segmento hasta 29 años, seguidos por el de 45 a 60 y el de 30 a 44 años,
en ese orden.

La regla de tres simple de la sociedad que supimos conseguir dice que a
mayor nivel educativo y laboral de las mujeres –y especialmente en aquellas
jóvenes que no fueron criadas bajo el timón de la división sexual del
trabajo–, mayor también es el nivel de democracia interna y de paridad entre
géneros que logran negociar en sus hogares. Como explica Ana María Pérez
Rubio (en Rupturas y permanencias en los roles de género: cuando las mujeres
trabajan, EUDENNE, 2003), "el esfuerzo de las mujeres en el plano educativo
y en el laboral es la conquista obtenida por la modificación que ha tenido
lugar en el plano de lo simbólico. A lo largo de estos años, la organización
de las relaciones de género en torno a la idea de un salario familiar y de
la autoridad masculina se fue debilitando.

Los mayores niveles de estudio de las mujeres, su presencia eficiente en el
mercado de trabajo, el porcentaje más alto de unidades domésticas con doble
ingreso, la diversidad de familias no convencionales y la pérdida creciente
de la seguridad y estabilidad en el empleo, son expresiones de la distancia
entre este modelo de organización de las relaciones de género y la realidad
cambiante".

El avance de estas mujeres capacitadas y emprendedoras que ganan su dinero
fue el universo que la psicóloga Clara Coria hizo conocer a mediados de los
80 con libros, ya clásicos en el tema, como El sexo oculto del dinero y El
dinero en la pareja. La autora apuntó a la culpa de estas señoras por romper
con el modelo tradicional y el desasosiego de los maridos "segundones" por
el avance de sus chicas que suponían sumisas.

TRANQUILA, VIRILIDAD, TRANQUILA. Pero veinte años después, parece que no es
para tanto. Al menos, en el acotado mundo de las hijas e hijos de los
hombres y mujeres a las que se refería Coria: señoras y señoritas
hiperocupadas que tienen novios o maridos menos exitosos económicamente sin
que esto afecte su virilidad e identidad masculina. En nuestra jerga
farandulera, el ejemplo a mano es el de Dolores Barreiro y Matías Camisani:
ella, supermodelo consagrada y de alto cachet, madre de tres hijos; él, a
veces modelo, a veces músico, aparentemente muy enamorado, muy padrazo, muy
cool.

En las revistas buscadoras de tendencias y nuevos especímenes, se los llama
"hombres Beta", par complementario de las "mujeres Alfa", o también
clasificados bajo el rótulo de "nueva masculinidad". Se trata de hombres
sensibles, que no temen mostrarse vulnerables, les gusta cocinar y cambiar
pañales, no les importa demasiado el dinero ni estar a la sombra del brillo
de su mujer. Alguien como Hugh Grant en Un lugar llamado Notting Hill, un
librero entre nerd y loser, tierno y respetuoso, del que se enamora una
estrella del cine encarnada por Julia Roberts y en quien hasta la más
escaldada de las mujeres puede confiar.

Hummmmm, dice Irene Meler, coordinadora del Foro de Psicoanálisis de Género.
Porque si él elige ser amo de casa, papá full time, trabajador temporal o
artista pour la gallerie, tendrá que llevar ese combo hasta el final. De lo
contrario, es estafa. "No soy tan optimista. Esa supuesta democratización e
intercambio de roles puede esconder una actitud pasiva y extractiva, una
forma encubierta de explotación –y quizá totalmente inconsciente o
involuntaria– por parte del varón. Esa mujer termina en general sobrecargada
de trabajo porque se sigue ocupando de todo. Cuando de verdad las relaciones
en la casa, a nivel doméstico, sean igualitarias, será creíble", considera
la presidenta del próximo XI Congreso Metropolitano de Psicología.

Un vago, diría la abuela. O lo dirían todas las mujeres que formaron parte
de ese 57% de encuestadas por la consultora Cicmas Strategy Group, que
respondieron: "Viendo a los hombres de hoy, siento nostalgia por el modelo
de hombre tradicional, caballero y sostén del hogar". O Susana cuando tiró
el cenicero. ¿Pero ellas qué quieren? Quizá lo están averiguando. Los
tiempos cambian y habrá que esperar que pasen la coyuntura, la transición y
las largas duraciones. Será porque, como dice la Presidenta, "a las mujeres
siempre todo nos ha costado más".

La hora gloriosa de la Matria financiera

Las empresas están interesadas en cómo y qué venderles mejor a las mujeres
de alto poder adquisitivo. A fines de 2006, un informe realizado por
Prudential Seguros y D'Alessio Irol sobre "Comportamiento financiero de las
mujeres en Argentina" reveló que ellas desempeñan un papel cada vez más
importante en la toma de decisiones familiares. Consultadas 1.129 mujeres de
clase media y alta, de entre 25 y 65 años de todo el país, siete de cada
diez se hacen cargo de la compra de productos financieros y el 33% de ellas
toma la decisión sin consultarle a su cónyuge. Sólo el 10% delega la
decisión final a su cónyuge y apenas el 2% no se involucra en la elección

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