lunes, 12 de mayo de 2008

RV: [SPAM][RIMA] Nicaragua: Reflexiones ante la diaria y grave violación del carácter laico del Estado

-----Mensaje original-----
De: rima-lista-bounces@tau.org.ar [mailto:rima-lista-bounces@tau.org.ar] En
nombre de Na Dim
Enviado el: viernes, 09 de mayo de 2008 15:29
Para: RIMA
Asunto: [SPAM][RIMA] Nicaragua: Reflexiones ante la diaria y grave violación
del carácter laico del Estado

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Fundador: Emilio J. Corbière

Buenos Aires, 9 / 5 / 2008

Nicaragua
Reflexiones ante la diaria y grave violación del carácter laico del Estado
Por: Onofre Guevara López (REVISTA ENVIO) Fecha publicación:07/05/2008

El laicismo es una de las mayores conquistas en pro de la libertad de
conciencia y los derechos humanos, de la tolerancia y la democracia. En
donde prevalece el fundamentalismo religioso están ausentes la democracia y
los derechos humanos, en especial los de las mujeres.

Una función tridimensional

En ningún estadio sociopolítico, ni el fundamentalismo religioso ni el
laicismo han permanecido inmutables.
En la medida en que la clase privilegiada ha ido haciendo más conservadoras
sus ideas, la separación de las funciones del Estado -como máximo
representante del poder organizado de la sociedad- y las de la Iglesia -con
sus funciones propias y exclusivas en el reino de lo espiritual- no se ha
respetado y el laicismo ha venido perdiendo su auténtico valor.

El laicismo no es solamente independencia del poder "temporal" del poder
"espiritual". La función del laicismo en la sociedad es tridimensional.
Considerado el mayor avance "en la conquista de la libertad de los pueblos",
el laicismo tiene también otras funciones dentro de las actividades
políticas e ideológicas.

En la historia, el laicismo expresa el momento en que la comunidad humana
adquiere la capacidad de asumir la búsqueda de un mundo mejor y de su propia
felicidad en la realidad, aquí en la tierra, con independencia del plan de
Dios para la humanidad" que le ofrecían las religiones. Con esta concepción
liberadora, la religión quedó ubicada en donde le corresponde: en la
intimidad de los individuos. En su conciencia.

Según esta concepción, al laicismo se le puede entender en tres dimensiones.
Una, la dimensión donde se separan Estado e Iglesia: aspecto jurídico. Dos,
la dimensión en que se garantiza la libertad de
conciencia: aspecto humano. Tres, la dimensión en donde lo religioso sale
del espacio público para ocupar el espacio privado: aspecto social e
ideológico.

No siempre ni en todas partes se reconoce ni se practica el laicismo en las
tres dimensiones a la vez, sino que -por la penetración conservadora en
todos los
terrenos- el laicismo se ha visto limitado a las letras de las
Constituciones y de las leyes.
Actualmente, los gobiernos neoliberales han venido sacando la religión de la
dimensión íntima de lo individual hacia el terreno de lo público dándole una
dimensión política. Se transgrede así el principio del Estado laico
consignado en la Constitución, siendo esto un reflejo más de la preeminencia
de sus intereses económicos y políticos. Actuando así, están burlando el
sentido del laicismo, una de las vías más eficaces para crear tolerancia
entre las comunidades humanas de distintas creencias y para construir una
cultura democrática.

Cuatro gobiernos burlando el estado laico diariamente

Es esto lo que sucede en Nicaragua. El laicismo sólo permanece en el texto
constitucional. No se le da su auténtico valor ni su verdadera importancia
para lograr relaciones humanas democráticas. La desvalorización del laicismo
va a la par del escaso desarrollo democrático de nuestra sociedad. El
laicismo -presente en la máxima Ley de nuestra
República- ha quedado reducido a un trofeo simbólico, sin valor real.
Nuestras condiciones políticas han permitido a los gobiernos violarlo
impunemente. Ese trofeo, levantado como un logro del liberalismo
democrático, y recogido en su momento por la revolución sandinista, es hoy
un galardón inmerecido, porque los gobiernos, siempre complacientes con las
fuerzas conservadoras -con las que coinciden tanto en los intereses
económicos como en los estilos de
gobernar- han dejado de hacerle honor.

Hoy, nuestro gobernante está haciendo coincidir intereses económicos y
políticos con su sospechoso culto a lo religioso. Esta su contradicción con
el texto constitucional y su también sospechosa práctica política no son
originales. Hay que recordar, por ejemplo, que -aunque obviamente por otros
motivos- en el acto inaugural de la democracia, cuando se proclamó la
Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, al triunfo de la
Revolución francesa (1789), los revolucionarios que la redactaron dejaron
constancia de que lo hacían "en presencia y bajo el auspicio del Ser
Supremo".

Sin embargo, tal contradicción de vieja data no le da derecho a los tres
gobiernos anteriores al del presidente Ortega, ni a su actual gobierno, a
ignorar o a burlar el carácter laico de nuestro Estado. Hay muchos casos
puntuales en los que la condición jurídica de Nicaragua como Estado laico
-Nicaragua no tiene religión oficial, prescribe la Constitución Política en
su artículo 14-, ha sido tratada con sumo irrespeto. Todos los gobiernos lo
han hecho. En el gobierno actual es más grave la evidencia, ya que sus
líderes aún se autoproclaman revolucionarios de izquierda.

Con su juego maquiavélico con Dios y la religión, y con su alianza con las
jerarquías religiosas, el presidente Ortega abrió dos frentes de lucha con
la derecha. En el frente político por la conservación del poder, y en el
frente ideológico por quitarle a la derecha la preeminencia que
tradicionalmente ha tenido en el terreno religioso, haciendo de este terreno
su coto privado.

El presidente Ortega le está arrebatando a la derecha su arma ideológica
tradicional. Y quitándole a las funciones de todo el Estado su carácter
laico, el gobernante está actuando en perjuicio de la libertad de conciencia
de los sectores populares. En la prédica alienante que menosprecia el
laicismo ya no es posible distinguir cuándo ésta es política y cuándo
religiosa, porque se identifican y se complementan.

La mofa del laicismo es cotidiana, unas veces más obvia que otras. Entre las
tantas realizadas, llama la atención la presencia de jerarcas de la iglesia
católica en los actos oficiales del gobierno. Fue obvio en la toma de
posesión del presidente Ortega en enero de 2007, cuando el cardenal Miguel
Obando, el arzobispo de Managua Leopoldo Brenes y otro obispo ocuparon
lugares de honor a ambos lados del presidente del Poder Legislativo,
desplazando a los presidentes de otros Poderes del Estado. Creyendo darle
mayor solemnidad a la sesión, la inclusión de los jerarcas violó el orden
constitucional.

La penalización del aborto terapéutico

Entre las tantas realizadas está también la manifestación de fieles
católicos y evangélicos el 8 de octubre de 2006, reclamando la penalización
del aborto terapéutico, en un acto político concertado entre el gobierno de
Bolaños y las jerarquías de ambas denominaciones, en el que participaron
funcionarios del gobierno y diputados liberales y del FSLN. Pocos días
después, el Poder Legislativo cumplió la voluntad eclesiástica de penalizar
el aborto terapéutico, derecho reconocido desde hacía más de un siglo en
nuestro Código Penal cuando el embarazo pone en riesgo la vida de la madre.
En este retroceso al siglo XIII se hizo presente un espíritu inquisidor,
estimulado por la complacencia del gobierno, abofeteando así la memoria de
los pensadores de la Ilustración que inspiraron el laicismo y la memoria de
la Humanidad que se ha sacrificado por sus libertades. Todo un proceso de
deshumanización "en nombre" de Dios.

No fueron para repicar campanas las declaraciones del Cardenal Miguel
Obando, que tres meses después de esta manifestación pública, recomendó que
en la polémica sobre el aborto terapéutico se dejara hablar a la Ciencia.
Sus palabras y la ascendencia que ha adquirido el Cardenal sobre el
matrimonio Ortega-Murillo -ya entonces en el gobierno- motivaron a imaginar
que habría una salida a la situación oscurantista en que había metido al
país la reforma del artículo 165 del Código Penal penalizando el aborto
terapéutico.

Pero no hubo salida. Ni entonces ni después se tomó nunca en cuenta el
parecer de los médicos. Así, las fuerzas mancomunadas de la religión y la
política oficial atentaron contra el derecho de las mujeres a su vida y a su
libertad. Esta agresión doble contra las mujeres fue resultado de la previa
agresión contra la laicidad del Estado. Después de más de un año no ha
habido señales de rectificación y la Corte Suprema de Justicia -última vía
institucional a la que pueden recurrir las mujeres- no responde en ningún
sentido a los recursos de inconstitucionalidad introducidos por
organizaciones feministas y de derechos humanos.
Estando todas las instituciones del Estado controladas y repartidas por
cuotas entre orteguistas y arnoldistas desde su pacto político, el Poder
Judicial se ciega ante ésta y otras violaciones abiertas que hace el
Ejecutivo del precepto constitucional del Estado laico, en complicidad con
las jerarquías eclesiales.

Contra el aborto terapéutico se juntaron fuerzas políticas en apariencia
disímiles (orteguistas, liberales, conservadores) en una sola acción
reaccionaria. Los orteguistas olvidaron -como han venido haciéndolo en toda
ocasión- los principios revolucionarios de varias generaciones de
sandinistas, sólo para conseguir el apoyo de las jerarquías -o al menos su
neutralidad- en asuntos claves para el orteguismo en carrera hacia la
reelección del actual gobernante, empeño en el que se encontraba en octubre
de 2006. De los conservadores no podía esperarse nada diferente según sus
tradicionales posiciones reaccionarias. De los llamados liberales, ya hay
suficientes pruebas del olvido deliberado que han hecho de los principios
que originalmente tuvieron su fuente en los filósofos del Renacimiento y
fueron puntales en los días inaugurales de la Democracia. De los principios
liberales ya ni siquiera asoma el perfil en los textos partidarios de
nuestros liberales.

Una espera fatalista y pasiva

Otra de las tantas: el presidente Ortega y su esposa hacen invocaciones a
las divinidades y exponen iconos religiosos en cada acto político partidario
y de gobierno y documentos públicos emitidos por su partido son facturados
de forma muy similar a las homilías. En diciembre de 2007, el presidente
Ortega ordenó a todas las dependencias del Estado que rezaran y cantaran a
la Concepción de María y él mismo lo hizo en la Plaza de la Revolución. Días
antes, Rosario Murillo -la señora co-gobernanta al 50%- había pedido
públicamente a sus partidarios, y a nombre del gobierno, "rescatar la
tradición de rezar el Rosario en familia todos los días", una petición que
sólo hacen los sacerdotes a su feligresía dentro de las iglesias.

Las invocaciones a la divinidad en los actos políticos del Frente
Sandinista, de parte de sacerdotes, obispos o del propio gobernante y de su
esposa, suponen una burda utilización de las creencias religiosas con
objetivos políticos. De esta forma, alargan la distancia entre el laicismo
como precepto constitucional y el laicismo como respeto a la práctica
religiosa individual. También pretenden anular el laicismo como expresión de
la libertad de conciencia, irremplazable en la lucha por la justicia social
y en el ideal de construir un mundo mejor. La falta de respeto por el
laicismo y la interferencia en la política de ideas y sentimientos
religiosos frustra la lucha por las reivindicaciones sociales.

¿Quiénes ganan? ¿y qué ganan?

Este sabotaje al laicismo no es nada trivial, como pudiera parecer. Cuando
se introducen las ideas religiosas, dándoles prioridad sobre las ideas de
justicia social y de reivindicación social en la conciencia de las personas
trabajadoras, se las condiciona para esperar pasivas el resultado de las
oraciones y las promesas a las divinidades en que creen. Existe una relación
-naturalmente, no numérica- entre las personas alienadas por la religión y
las personas marginadas de la lucha social.

Sin embargo, clérigos y políticos procuran no dejar completamente pasivas a
esas mismas personas atraídas con sus prédicas. Las incitan a la práctica
permanente de la religión como una vía de escape personal y de fuga de sus
ideales colocándolos en los salones de espera de los milagros, en que, de
hecho, se han convertido actualmente las iglesias de todas las
denominaciones. Es fácil comprobar esta práctica alienante observando la
multiplicidad de iglesias y templos que operan en los barrios populares, con
cantos y prédicas ruidosas que aturden a los participantes y atormentan al
vecindario. Está por verse a una de estas iglesias operando con igual
libertinaje en una zona residencial burguesa. Y jamás se verán dentro de los
repartos exclusivos. No está de más recordar que los diputados
libero-orteguistas aprobaron una ley contra el ruido, de cuya observancia
exceptuaron a estas iglesias.

¿Quiénes ganan con esto? ¿Y qué ganan? Ganan y por partida doble. Los
sectarios religiosos son conscientes de que los barrios populares son el
hábitat "natural" de la pobreza y que todas las carencias humanas y sociales
tienen allí un buen clima para el desarrollo de su labor alienante. Saben
que también los barrios populares son nidos de inconformidades y de
estímulos para la organización de luchas y protestas. Por intención
manifiesta o de forma indirecta, con sus prédicas y demagogia buscan quitar
presión social y política, atrayendo a los potencialmente aptos para la
lucha social convirtiéndolos en adeptos y adictos a toda clase de creencias.
Las demandas sociales disminuyen en la medida en que más personas se
refugian en las iglesias. En esta situación, clérigos y políticos se ganan
la buena voluntad y hasta las simpatías de la gente sin haber invertido nada
más que promesas de salvación y de bienestar en éste y en el "otro mundo".
En este sentido se entiende la religión como "el opio de los pueblos". No
porque la gente se vuelva creyente, sino porque se vuelve inactiva y dócil.

También en la enseñanza

Y otra más: en enero de 2008 fuimos testigos de los firmes reclamos que por
medio de comunicados, cartas, sermones, declaraciones de prensa, televisión
y radio hizo la jerarquía católica al Ministerio de Educación por los
desembolsos retenidos para el pago de maestros de centros escolares de la
Iglesia Católica. Alegaban que la subvención del Estado a las escuelas
católicas era justa porque impartían enseñanza gratuita, lo que es cierto,
aunque también lo es que estas escuelas les permiten ampliar su influencia
religiosa en niños de varios niveles de la enseñanza. Se viola así la
Constitución en dos sentidos: el derecho y la obligación que tiene el Estado
de asumir la educación pública nacional (artículos 58 y 119) y el carácter
laico que debe tener el Estado en sus expresiones públicas (artículo 14).

Con la Universidad Católica se potencia al máximo la transgresión
constitucional. Esta universidad es propiedad privada, es la universidad más
cara del país, exclusiva de las clases pudientes, es un negocio del que
participa el Cardenal Obando. Sin embargo, recibe una subvención anual del
Estado de 12 millones de córdobas. Un escarnio para un Estado que "no tiene
religión oficial". Esta fue la práctica de los tres gobiernos neoliberales
que precedieron al actual, que dice ser "de izquierda" y que aceptó esta
herencia por interés político.

Constitución de 1987: el nombre de Dios

Se dice que los políticos tradicionales y sus asimilados del actual gobierno
siempre han jugado y juegan "con el santo y con la limosna", sin haber
dejado de jugar con la gente. En el caso del presidente Ortega, esto ha
significado un retroceso por lo menos de más de veinte años, dado que
durante la discusión del Prólogo de la Constitución vigente (1987)-ya
bastante remendada, pero en vigencia y promulgada durante su primer mandato
como presidente-, el gobierno revolucionario dio una respuesta tolerante y,
por ello, también democrática, a la demanda de los diputados creyentes.

Sucedió entonces que la mayoría de legisladores sandinistas en la Asamblea
Nacional estaban dispuestos a seguir el ejemplo de tres textos
constitucionales liberales -los de 1893, 1905 y 1939- no invocando a Dios en
el Prólogo de la nueva Constitución que estaban elaborando y aprobando. No
obstante, comprendieron la posición de la minoría que reclamaba esa
invocación y discutieron el tema. Finalmente, hubo consenso y se aprobó que
no se haría la invocación como pedían los opositores, pero sí se mencionaría
a Dios en el prólogo de la Carta Magna, que quedó así:
En nombre: Del pueblo nicaragüense; de todos los partidos y organizaciones
democráticas, patrióticas y revolucionarias del pueblo de Nicaragua; de sus
hombres y mujeres; de sus obreros y campesinos; de su gloriosa juventud; de
sus heroicas madres; de los cristianos que desde su fe en Dios se han
comprometido e insertado en la lucha por la liberación de los oprimidos…

Una tolerancia laica que ya no existe

Dos detalles interesantes expresan la tolerancia que hubo durante la
transacción política entre los sandinistas y la minoría opositora para
redactar el Prólogo. El doctor Clemente Guido Chávez, del Partido
Conservador Demócrata, propuso que el nombre de Dios se escribiera con
mayúsculas en sus cuatro letras. Y condicionó su firma en la nueva
Constitución a que su propuesta fuera aceptada. Aunque la bancada sandinista
aceptó la demanda del doctor Guido y el nombre de Dios fue escrito con
cuatro letras mayúsculas, la Constitución de 1987 aún vigente no cuenta con
la firma del ahora difunto doctor Guido. Nunca se supo que los sandinistas
se lo hubiesen reclamado. Otro detalle. El diputado opositor Luis Sánchez
Sancho -socialista entonces- hizo en el plenario de la Asamblea Nacional la
intervención más radicalmente atea contra la mención de Dios en el Prólogo,
contrariando lo que exponían en sus discursos los diputados conservadores.
Pero ni a él ni a nadie se le criticó por expresar sus opiniones.

Nicaragua carece de religión oficial: así quedó consignado en la
Constitución de 1987. Comentando la parte dogmática de nuestro texto
constitucional, y el gran logro de haber incorporado al texto de la Carta
Magna el trascendental principio del laicismo, el jurista español Plácido
Fernando Viagas Bartolomé
escribió: Ello supone el punto final de una larga evolución que tanto
sufrimiento ha ocasionado. Es posible que el problema simplemente se
encontrara en que, durante mucho tiempo, el hombre creó a Dios a su imagen y
semejanza y que sus miedos, inseguridad y desconfianza determinaron un Ser
Supremo celoso de sí mismo e intolerante, que no podía permitir la libertad.

Muestras de tolerancia no se ven ya de parte del sandinismo oficialista. Y
ahora el presidente Ortega hace la promesa de ley a sus ministros y
funcionarios en nombre de Dios, al margen del laicismo constitucional.
Paradójicamente, la intolerancia actual del orteguismo tiene sello religioso
y no "revolucionario". En el proceso de esta "conversión", el presidente
Ortega y su gente comenzaron marginando a los sacerdotes exponentes de la
Teología de la Liberación, dándole así las espaldas a los miles de
"cristianos que desde su fe en Dios" se habían "comprometido e insertado en
la lucha por la liberación de de los oprimidos", tal cual reza el prólogo de
nuestra Constitución. Este proceso inició anulando en la práctica el
laicismo y emprendiendo un viraje hacia la alianza con los clérigos
derechistas, ex-militantes contrarrevolucionarios opositores al Estado de
los años 80.

También la policía

Otra más: en nuestro país no se efectúa ninguna fiesta patronal religiosa en
los municipios -incluso en la
capital- que no cuente con recursos municipales recolectados a través de los
impuestos que pagan los ciudadanos no católicos o quienes no tienen religión
alguna. Ni alcaldes ni concejales respetan la laicidad del Estado, haciendo
burla a la Carta Magna y a la ciudadanía.

Especial participación tiene en esta violación la Policía Nacional. En las
fiestas religiosas, unas veces cumple con su deber de proteger el orden
público y otras participa en actos religiosos expresamente efectuados por y
para la Policía en templos católicos y evangélicos. Es frecuente ver a
comisionados y oficiales policiales con sus uniformes de reglamento
participando públicamente en ritos que deberían guardar para su vida
privada. Lo incorrecto no es que demuestren así su religiosidad, sino que
haciéndolo uniformados violentan la Constitución, conducta poco ejemplar en
autoridades encargadas de hacer cumplir las leyes.

El mensaje no es educativo en el momento en que hoy vivimos, tan poblado de
personajes capaces de no dejar recurso ocioso cuando se trata de mantener
vigente su ascendencia política sobre los menos avisados. No es educativo
porque se brinda a estos personajes un recurso más para que mantengan vivo
el sistema que les ha dado poder, riqueza y bienestar. No es poco todo lo
que se protege tras la manipulación político-ideológica-religiosa al burlar
el carácter laico del Estado.

Daniel ortega: ¿un "convertido"?

Hay quienes piensan que estas actitudes de las autoridades estatales,
violatorias del laicismo constitucional, son sólo una hábil jugada política.
Por un lado, para favorecer la imagen del orteguismo ante los cristianos.
Por otro, para darse así la oportunidad de lucir un "cristianismo" que les
abre espacios en la conciencia de las masas influenciadas por el
fundamentalismo religioso, que reciben al gobernante y a sus funcionarios
como se recibe al "pecador arrepentido", merecedor de un cristiano perdón
por los "pecados" que le atribuyen sus adversarios de la derecha. En la
última campaña electoral Ortega mostró estas intenciones, plagando su
discurso político de alusiones religiosas, pensando que en esta oportunidad
ganaba, con la presidencia, tal vez también una indulgencia.

No hay motivos para no creer que lo que hemos visto hasta aquí en el
gobierno del presidente Ortega no corresponda a un plan bien calculado,
dadas sus radicales contradicciones con la jerarquía católica en los años
80. Pero tampoco faltan motivos para suponer que las demostraciones de su fe
religiosa en cada una de sus últimas actuaciones, con la aparente convicción
de un neoconverso, podrían estar causadas por un cambio ideológico, tan
verdadero como radical. Si éste fuera el caso, habría que lamentar la
contradicción de su nueva fe con el discurso de contenido revolucionario que
no abandona en las circunstancias nacionales e internacionales en que le
corresponde hoy moverse.

Como nunca antes, el "convertido" presidente Ortega se ve envuelto en un
moño de contradicciones. Sus mejores amigos, los gobernantes de Irán y
Libia, son de confesión musulmana, el iraní además fundamentalista y, por
eso, con una práctica reaccionaria. Sus amigos de Cuba no practican ninguna
religión de manera oficial. Su amigo el presidente de Venezuela, al igual
que Ortega, invoca siempre a Dios en sus actos políticos, pero mantiene
contradicciones con la jerarquía católica. El resto de gobernantes de
América Latina -Brasil, Bolivia, Ecuador, Uruguay, Argentina,
Chile- mantienen una posición oficialmente laica y de tolerancia, aunque
bajo gran influencia católica. En todos los países latinoamericanos con
gobiernos de izquierda se practica el aborto terapéutico, a excepción de
Chile y Nicaragua. En Chile, por imposición de la dictadura de Pinochet,
para compensar el apoyo que la jerarquía católica brindó a sus crímenes
contra el pueblo chileno y contra la democracia.

Es de esperar que, en esta amalgama de situaciones relacionadas con el
laicismo y el teísmo católico y musulmán, y aspirando ya a la reelección y a
la permanencia en el poder con el estrecho círculo político que le acompaña,
Ortega seguirá acercándose a los sectores de la derecha confesional a través
del cardenal Obando.

Para legitimar su poder

¿Cómo encajan los intereses de la Iglesia como institución dentro de las
contradicciones que caracterizan las acciones gubernamentales y las
políticas del presidente Ortega? Se observan tres realidades. Primera: no
existe dentro de la Iglesia Católica una posición única en su relación con
el gobierno. Segunda: el Cardenal Miguel Obando es la única máxima figura de
la jerarquía católica que representa la tendencia más estrechamente aliada
del gobierno de Ortega. Y tercera: aunque no hay unanimidad de criterios
dentro de la jerarquía católica respecto al gobierno, tampoco le hacen una
oposición sólida.

La jerarquía católica, encabezada hoy por el arzobispo de Managua, Leopoldo
Brenes, mantiene mayor independencia ante la oligarquía y sus partidos
políticos que la que tuvo Obando siendo arzobispo de la capital. Obando se
distinguió como el más fuerte baluarte "espiritual" de la contrarrevolución
en sus dos versiones, la armada y la "cívica", por lo cual fue privilegiado
con financiamiento económico de parte de las agencias gubernamentales de
Estados Unidos.
Monseñor Brenes emite opiniones políticas, más que con críticas, con
sugerencias al gobierno sobre problemas sociales claves, camufladas con el
lenguaje sibilino tradicionalmente utilizado por todas las jerarquías que le
precedieron. Sin embargo, el arzobispo Brenes está sabiendo utilizar la
omisión del gobierno del mandato constitucional respecto al laicismo para
sacarle provecho, aun conociendo su ilegalidad.
También Brenes respaldó consistentemente la penalización del aborto
terapéutico.

Todo esto se debe a que en la jerárquica católica las actitudes individuales
de uno u otro jerarca no cambian en los problemas que ellos consideran
esenciales. La Iglesia Católica buscará siempre cómo legitimar y mantener
activo su poder real, no reparando en si el presidente Ortega es realmente
un converso o si sólo lo es en apariencia. Antes de todo, el interés es dar
continuidad a la influencia eclesial sobre la sociedad, esté quien esté a la
cabeza del gobierno en Nicaragua o en cualquier otro país.

Los principales responsables

Este juego político-religioso deja en el terreno varias víctimas. Las leyes
democráticas de la República. El carácter laico de sus instituciones y las
leyes que lo garantizan. El pueblo trabajador, que por su extrema pobreza es
vulnerable a la manipulación. El desarrollo democrático del país y la
sanidad de la vida social, al faltar el respeto por la tolerancia.

Cuando falla el laicismo en las relaciones entre las personas de diferentes
creencias se ponen en peligro de desaparición los principios y las leyes que
protegen las relaciones humanas y sociales. Y se hacen aún más difíciles las
condiciones de vida de los nicaragüenses. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
Hay causas de origen subjetivo en la población y causas objetivas y
materiales en nuestro desarrollo como país, pero en este momento la
responsabilidad principal recae en el presidente Daniel Ortega y su esposa,
convertidos en figuras centrales de la contrarrevolución ideológica dentro
del Frente Sandinista y del gobierno. Son ambos los rostros visibles de una
nueva burguesía económica que, en busca de una justificación ideológica, se
apoyan en los dogmas católicos.

Ellos comenzaron marginando el análisis marxista de los fenómenos naturales
y sociales, buscándoles explicación en la astrología y en creencias
esotéricas análogas. Y aunque nunca fueron grandes marxistas, no pudieron o
no quisieron adoptar la teoría marxista para orientar su actividad política.
Se puede ser revolucionario sin ser marxista, pero sin el método marxista
para el análisis social el revolucionario estará más cerca del aventurero y
más proclive a la "conversión". Después, cortaron su relación con los
exponentes de la Teología de la Liberación identificados con el proyecto
revolucionario, quienes utilizaron el marxismo como instrumento de análisis
de la realidad latinoamericana encontrando que entre cristianismo y
revolución no había contradicción y demostrando con su práctica que no la
había.
Finalmente, Ortega y su gente adoptaron las posiciones político-ideológicas
de la tendencia vaticanista de la Iglesia Católica, aliándose al sector
católico más fundamentalista, comparsa de todas las derechas en todas las
épocas.

Un gobierno de derecha

Rescatar el laicismo en las instituciones nacionales que dependen del Estado
establecería relaciones personales y sociales más respetuosas. Rescatar el
laicismo, para bien de todos, sería colocar la religión en el ámbito de la
intimidad. Esto es difícil de lograr en el actual gobierno, porque sin
religión en las calles, plazas y eventos públicos se le haría más complicada
la manipulación política. Por eso, porque las clases dominantes tienen en el
recurso de la manipulación religiosa un alimento vital para su existencia,
este gobierno es de derecha.

Onofre Guevara López es comentarista de prensa, ex sindicalista.

Información Adicional
Tema: Situación en Nicaragua
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